ADHS: Un trastorno en crecimiento en jóvenes ¿Por qué?

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¿Está creciendo una generación marcada por la hiperactividad y la distracción? Esa es la pregunta que muchos padres, docentes y médicos se hacen hoy frente a un diagnóstico que, lejos de ser nuevo, parece haberse disparado en la última década: el Trastorno por Déficit de Atención con o sin Hiperactividad. Conocido por sus siglas TDAH (o ADHS, por su denominación alemana), este síndrome no solo se está volviendo más frecuente, sino también más polémico.

Como periodista y padre, he seguido de cerca este fenómeno que mezcla ciencia, educación, neurodiversidad y hasta farmacología. Y lo cierto es que no es tan simple como parece.


📈 Un diagnóstico en alza: ¿moda o realidad?

Los números hablan por sí solos en los test de TDAH. Según la Organización Mundial de la Salud, cerca del 5% de los niños y adolescentes en el mundo son diagnosticados con TDAH. Pero en algunos países europeos, como Alemania, España o Francia, ese porcentaje ya supera el 7%. En Estados Unidos, es aún más alto.

¿Se está diagnosticando mejor o se está diagnosticando de más?

Esa es la primera grieta en el debate. Muchos especialistas coinciden en que hoy existe una mayor conciencia sobre los síntomas, lo que lleva a una detección más temprana y certera. Sin embargo, también hay voces que advierten sobre una posible sobrediagnosis, impulsada en parte por la presión escolar, la exigencia del rendimiento y, no lo neguemos, la comodidad de etiquetar ciertos comportamientos difíciles.


 

“Antes decíamos que el niño era ‘movido’, ‘distraído’, ‘soñador’. Hoy decimos que tiene TDAH”, me comentaba recientemente un veterano maestro de primaria con más de 30 años de experiencia en Madrid.


🧬 ¿Qué es realmente el TDAH?

El TDAH no es simplemente “estar distraído”. Se trata de un trastorno neurobiológico que afecta el desarrollo y la regulación de funciones ejecutivas como la atención, el autocontrol, la impulsividad y, en muchos casos, la hiperactividad motora.

Existen tres tipos principales:

  • Predominio inatento: dificultad para concentrarse, terminar tareas o seguir instrucciones.

  • Predominio hiperactivo-impulsivo: inquietud física, habla excesiva, dificultad para esperar turnos.

  • Combinado: mezcla de los dos anteriores (el más común).

El diagnóstico suele realizarse entre los 6 y 12 años, aunque muchos adultos descubren que también lo tienen cuando sus hijos son diagnosticados. Porque sí, el TDAH no se “cura” con la edad, aunque sus manifestaciones cambian con el tiempo.


📚 En la escuela: entre la frustración y el malentendido

Es en el aula donde el TDAH se hace más evidente. Y también más incomprendido.

Un niño con TDAH no se está portando mal porque quiere, ni está siendo maleducado, ni mucho menos “tonto” (como todavía se oye decir, lamentablemente). Lo que ocurre es que su cerebro funciona de manera distinta.

¿Te imaginas intentar resolver un problema de matemáticas mientras un tambor suena al lado de tu oreja? Así es como muchos chicos describen su experiencia diaria. Les cuesta filtrar estímulos, organizar tareas y mantener la atención en algo que no les estimula lo suficiente.

Y es que aquí hay otra paradoja: cuando algo les interesa, su concentración puede ser extrema. Se llama “hiperfoco”, y es otro de los rasgos menos conocidos del TDAH.


💊 ¿Medicar o no medicar?

Uno de los puntos más controvertidos del TDAH es el tratamiento farmacológico. El metilfenidato (como Ritalin o Concerta) y otros psicoestimulantes han demostrado ser efectivos para mejorar la atención y reducir la hiperactividad en muchos casos.

Pero no todo es tan claro.

Existen padres que, con razón, se muestran reticentes. Hay miedo a la dependencia, a los efectos secundarios, o al simple hecho de medicalizar la infancia. Algunos médicos, por su parte, alertan sobre un uso demasiado laxo de estas sustancias, especialmente cuando no se acompaña con intervención psicopedagógica o terapia conductual.

Y aquí va un dato importante: el tratamiento más eficaz no es solo médico, sino integral. Esto incluye:

  • Psicoterapia cognitivo-conductual.
  • Ejercicio físico y una dieta equilibrada.
  • Adaptaciones en el entorno escolar.
  • Educación para padres y profesores.

🧩 ¿Es el TDAH una discapacidad?

Aquí entramos en terreno espinoso. En muchos países, el TDAH está legalmente reconocido como una neurodivergencia o trastorno del neurodesarrollo, lo que permite el acceso a recursos y apoyos educativos especiales. Pero esta clasificación también genera resistencia.

Para algunos, hablar de “trastorno” es un estigma. Para otros, una necesidad.

Lo cierto es que cada caso es único. Hay jóvenes con TDAH que necesitan adaptaciones y apoyo constante, y otros que desarrollan estrategias efectivas y viven sin mayores complicaciones. Lo esencial es reconocer y respetar esa diversidad.


🌍 ¿Una sociedad cada vez menos tolerante?

Este fenómeno no ocurre en el vacío. La sociedad actual, con su ritmo acelerado, su sobreexposición digital y su escasa tolerancia al error, no favorece precisamente a quienes piensan o actúan diferente.

Los adolescentes están sometidos a múltiples estímulos: pantallas, redes sociales, exigencias académicas, comparaciones permanentes. Para una mente con TDAH, este entorno puede ser una auténtica jungla.

¿Estamos adaptando la educación y el entorno a los jóvenes? ¿O les exigimos que se adapten ellos, a cualquier precio?


🧠 Hacia una comprensión más amplia

Quizá sea hora de cambiar la mirada. En lugar de preguntar “¿cómo corregimos el TDAH?”, podríamos empezar a preguntarnos “cómo acompañamos a estos chicos para que desarrollen su potencial”.

Porque sí, el TDAH tiene retos. Pero también fortalezas:

  • Creatividad fuera de lo común.

  • Energía contagiosa.

  • Pensamiento no lineal.

  • Habilidad para resolver problemas de forma original.

De hecho, muchos emprendedores, artistas y científicos reconocen haber tenido TDAH en su infancia. Lo que marcó la diferencia fue el apoyo que recibieron.


✍️ En primera persona

Mi sobrino fue diagnosticado a los 8 años. Al principio, fue un mazazo. Mi hermana lloró durante días, y yo no supe qué decirle. Pero con el tiempo, y con la guía adecuada, aprendimos todos. Hoy, ese mismo niño que no podía quedarse quieto en clase toca la batería como un virtuoso y sueña con ser ingeniero de sonido.

No hay recetas mágicas. Hay comprensión, información y acompañamiento.

Y eso, al final, vale más que cualquier etiqueta.

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